Cuando nos planteamos dejar de fumar hay que tener en cuenta que el hábito del tabaco no sólo se fundamenta en la adicción a la nicotina, donde la decisión radical de dejarlo por fuerza de voluntad nos va a llevar necesariamente a padecer el síndrome de abstinencia sino que además debemos considerar que existen otras variables como la adicción psicológica y la adicción social, que son los factores que con mayor probabilidad nos pueden hacer recaer.
Uno de los elementos clave que encontramos en los estudios sobre fumadores es su deseo de dejar de fumar con el mínimo esfuerzo, lo que en ocasiones les lleva a someterse a tratamientos de dudosa validez científica donde la sensación de fracaso una vez finalizado el tratamiento y no habiendo obtenido el resultado esperado menoscaba la autoestima y las expectativas de la persona sobre su capacidad para abandonar el tabaco.
Si decidimos llevar a cabo un tratamiento y optamos por solicitar la ayuda de un profesional, es necesario que este haga una evaluación seria del paciente y que adapte el programa a las características de la persona. No vale lo mismo para todos, porque no todos los pacientes presentan las mismas circunstancias que están manteniendo el hábito de fumar. Dichas características pasan por tener en cuenta qué factores ayudarán a dejar el hábito y qué factores van a interferir: estrés, grado de consumo, apoyo del entorno, creencias y actitudes hacia el tabaco, etc.
¿Por qué un programa psicológico para dejar de fumar?
Porque junto a la dependencia fisiológica, la adicción al tabaco incluye factores psicológicos y sociales como principales causas del inicio, mantenimiento y recaída en el consumo. Se inicia en el consumo por curiosidad, rebeldía, anticipar el rol de adulto, presión de la publicidad y del entorno. Se mantiene por las situaciones sociales asociadas al tabaco, por el malestar causado por el estrés o la frustración o para acabar con los efectos negativos de la abstinencia de la nicotina.
¿Por qué el fumador se plantea dejar de fumar? Por factores psicológicos y sociales: mejora de la salud, por ahorro, por disponer en ese momento del apoyo de su entorno, para ganar autonomía y no depender de una sustancia, por estética, para ser un ejemplo para otros (los hijos, la pareja,).
El tratamiento psicológico es una alternativa eficaz a los tratamientos farmacológicos (aunque en ocasiones pueda ser necesario recurrir a algún medicamento para superar la adicción al tabaco) y una alternativa a los tratamientos de dudosa validez que no tienen respaldo científico.
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