Bueno, pues a ver si consigo superar lo de la dichosa cena. En fin, algo tendré que hacer porque si no, no sé de qué me va a servir pasarme el día contando punticos para no pasarme, y luego estropearlo todo al final del día. La culpa la tiene MI MADRE, que tiene la nevera llena de todo lo que me gusta... El año pasado estuve compartiendo piso de estudiante con una compañera y como teníamos poco presupuesto, pues en la nevera había más bien poco, con lo cual, lo que había era lo que había, nada de lujos ni de excesos, o sea, que a cenar un tomate, unas hojicas de lechuga y un vaso de leche. Y no pasaba nada, a todo se acostumbra el cuerpo. ¡Ah, aquellos maravillosos años...! (¡pero si eso fue el año pasado, y desde entonces habré cogido unos trescientos mil kilos! definitivamente, esto no puede ser)